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Represión sexual como encanto subyugante femenino en Drácula, por Bram Stoker.

Autora: Susana Angarita Vásquez*


Resumen: El presente trabajo analiza la novela de Drácula, por Bram Stoker; bajo su representación del vampiro femenino en su inclinación erótica, sus características como criatura de la noche, sus deseos e impulsos. Cuestionando el por qué este arquetipo literario fue utilizado como un mecanismo de subyugación por parte de la religiosidad en su época. Cuestionando la utilización de este texto por parte de la religión católica-cristiana, para someter a sus lectores a la ideología que favorece su causa, resignificando así a la obra literaria, no como una expresión de cultura, pero como una herramienta para llevar a cabo estas influencias políticas y religiosas.

Palabras clave: Vampirismo, Gótico, Eroticidad, Arquetipo Literario, Drácula.

 

Sexual repression as a subjugating female encanto in Dracula, by Bram Stoker.

Abstract: The present written paper will analyze the novel of Dracula, by Bram Stoker; under his representation of the female vampire in its erotic inclination, its characteristics as a creature of the night, its desires, and impulses. Furthermore, question why this literary archetype was used as a mechanism of subjugation by religion in its time. Questioning the use of this text by the Catholic-Christian religion, in order to subject its readers to the ideology that favors its cause, thus resignifying the literary work, not as an expression of culture but as a tool to carry out these political and religious influences.

Key Words: Vampirism, Gothic, Eroticity, Literary Archetype, Dracula.


La magia del encanto en los vampiros es una práctica realizada por los mismos para manipular y controlar a los seres humanos, con el fin de que estos hagan lo que el vampiro desee, este es un elemento propiamente de los Nosferatu1, y fue originalmente introducido en las tradiciones orales de la época de mil ochocientos, cuando estuvo circulando por primera vez la obra de Drácula, por Bram Stoker. Cuando se lee esta obra literaria, cargada de simbolismo y culturalidad, podemos concentrarnos en diferentes elementos de sus personajes, de su ambientación e incluso de su tradición propiamente literaria. Mas me permitiré diferir de estos enfoques y me concentraré en algo un poco más complejo, relevante e incluso controversial para la actualidad. Para esto, comenzaré citando un pasaje del propio texto donde se podría empezar a entrever una nueva connotación para esta obra:


Lucy Westenra… ¡Pero tan cambiada! La dulzura de su rostro había desaparecido y en su lugar había una expresión dura y cruel, y en su lugar de pureza, su semblante reflejaba deseos voluptuosos. […] Eran los ojos de Lucy por su forma y color; pero los ojos de una Lucy impura, que brillaban con fulgor infernal y no con las cándidas y dulces pupilas que tanto habíamos amado. (p. 317)


          El vampirismo es un arquetipo cultural y literario que ha existido desde el antiguo Egipto. Sus elementos y características han variado mínimamente a través del tiempo, pero un punto crucial en su existencia permanece; la sed de sangre y el desenfreno sexual como la naturaleza propia de una criatura de la noche.


1         Palabra derivada del folclore de Gran Bretaña en la época del auge gótico, para referirse a los seres oscuros de la noche, también conocidos como Vampiros.


Esto en particular no parece cargar mucho trasfondo significativo, pero si nos acercamos a la obra de Stoker desde la visión del vampiro femenino y sus contrastes entre la mujer humana, se descubre una herramienta implícita de manipulación cultural completamente cargada de sentido y, entre otros, religiosidad. El mito del vampiro se utilizó para ilustrar una consecuencia de la complejidad emocional humana cuando una de estas criaturas de la noche, toma vitalidad drenando la sangre de alguien más. Con frecuencia, el vampiro, es una expresión de transferencia de emociones y energía, deseos incluso, tanto psicológica como intravenosa. La naturaleza central del vampiro pasa a ser entonces el amor sexual, no la sangre, mientras que las visitas nocturnas que proveen a sus víctimas pasan a ser e inducen a intenciones terrenales más que espirituales o místicas. Los restos de los elementos sobrenaturales se pueden reducir a un amante muerto que vuelve para perseguir la fuente de sus sentimientos no correspondidos; esto lo vemos no sólo en la relación magnética que comparten Drácula y Mina, sino también en la que comparten Carmilla y Laura, en la obra Carmilla por Sheridan Le Fanu. Escrita cien años antes de la publicación de Stoker. Fue un texto censurado y prohibido por la iglesia católica durante su momento de publicación. En la obra, vemos a Carmilla, una vampiresa sensual, astuta, que disfruta de enamorar y encantar a sus víctimas antes de asesinarlas. Además, el hecho de que esta vampiresa sea lesbiana no tiene precedentes. “– Serás mía..., debes ser mía… Tú y yo debemos ser una sola cosa, y para siempre.” (p. 32) Su perspectiva femenina tanto del vampiro como de la víctima sirve para aumentar la cualidad sexual del acto vampírico, que se describe con detalles eróticos más amplios que en cualquier otra ejemplificación previa del género.


          Tomando este elemento podemos indagar en la personificación del mismo, pero esta vez con Stoker en Drácula. Para entregar un poco de contexto histórico, muy necesario para este análisis, se debe recalcar que, durante esta época, la religión cristiana llevó la persecución misógina hasta el extremo. De San Pablo en adelante, las mujeres eran acusadas de tentar a los hombres. Al fin y al cabo, la mujer no había sido creada a imagen y semejanza de dios, pero creada a partir de la costilla del hombre. A Eva se la mostraba veleidosa e ingenua, y sus atribuciones eran la percepción bíblica de discriminación por ser ‘el sexo débil’, pues las mujeres no solo atraían al diablo naturalmente, sino que su marca en el cuerpo; las trompas de Falopio, o los cuernos de Lucifer. Para esta representación, la Iglesia debía conciliar la abominación percibida en gran parte de las mismas mujeres con la divina perfección de la Virgen María, siendo criaturas naturalmente viles, de mentalidad traidora y cuerpos lascivos – es decir, de espacio para el demonio –, pero transformadas como seres angelicales que deben ser obedientes a su esposo, glorificadas por la espiritualidad y encadenadas a ella, y por supuesto, con la pureza o virginidad de su cuerpo. 


El conde Drácula manifiesta la misma repulsión y menosprecio hacia las mujeres con Lucy y sus concubinas, pues su propensión a la eroticidad y deseo natural sexual las hace las presas perfectas. En el momento en que Lucy se deleita viendo como los hombres la adulan constantemente de una manera u otra, casi admite ser una ‘coqueta repelente’ y reconoce sentirse ‘exultante’ cuando colecciona una propuesta de matrimonio tras otra, encantándoles con sus atributos. Es una muchacha victoriana que en lo más profundo de su consciencia detesta su apática conformidad y anhela rebelarse, dar rienda suelta a su todavía poco desarrollada sensualidad. Es una mujer sin destino, que solo es capaz de satisfacer sus deseos con el ‘beso’ de Drácula, al tentarla a acostarse con él. “Y tú, mi querida aliada, tú eres mía ahora, carne de mi carne, sangre de mi sangre, y tú colmarás ahora todos mis deseos, serás compañera y mi bienhechora.” (p. 412) Ahora, para apreciar el carácter subyugante de esta obra en manos de la iglesia católica, debemos remitirnos al contraste entre la vampiresa Lucy o Carmilla y Mina, la contraparte de las criaturas oscuras.


Esta es una muchacha increíblemente distinta a Lucy, se le describe tener todo el ingenio que su amiga carece, y la tolerancia por la que se deja llevar por su deber, más que por sus sentimientos. Es la esposa de Jonathan, el aventurero que viaja al castillo de Drácula, y con ella demuestra los buenos valores de la esposa abnegada que se mantiene en casa, y reza por el retorno de su amado. Ella es la encarnación de la pureza y virtud, es la imagen viva de lo que sería una mujer atravesada por la luz del cristianismo. La única igualdad con los hombres que Stoker retrata en su obra es la de concederle a Mina la capacidad intelectual. En la propia novela se le describe con ‘etiqueta y decoro’, y sólo la demuestra en su momento más libre al imitar la pseudorracionalidad masculina y el estoicismo propio de un hombre de la época. Su contraste con Lucy es entonces fundamental, al retratarse como la antítesis del vampirismo femenino; siendo una mujer propiamente tradicional, conocedora del lugar adecuado para las mujeres en la sociedad, y en su expresión sexual, ve inapropiado incluso cuando su esposo Jonathan la sostiene del brazo. No hay nada en ella que constituya una amenaza sexual. Se puede incluso apreciar en el momento en que Drácula intenta apoderarse de ella, y resiste aferrándose a sus oraciones:


“Con su mano izquierda tenía cogidas las dos manos de Mina, apartándoselas hacia atrás; con la mano derecha le sujetaba la nuca y la obligaba a inclinar el rostro hacia su pecho. El blanco camisón de noche estaba manchado de sangre y un hilillo de sangre resbalaba por el pecho del conde, que permanecía descubierto a través de su camisa desgarrada. […] Mina se frotó los labios como para quitarles toda impureza. […] –¡Oh, impura, soy impura! ¡Nunca más podré tocarte ni abrazarte, Jonathan! ¡Oh, pensar que yo soy tu peor enemigo, que es a mí a quien debes temer! ¡Que el señor se apiade de mí!” (p. 408)


          Por otro lado, queda entonces la representación del pecado de Lucy, dejarse sucumbir por sus deseos oscuros y lascivos. Como vampiresa, su representación es entonces de una damisela libertina y deshonrada, una mujer inferior a Mina, inducida a cometer el más impúdico de los deseos; la promiscuidad sexual. Según los hechos del texto, su depravación debía pagarse con la muerte, y así, Van Helsing convierte su cuerpo en un campo de batalla moral, por su manifestada sexualidad, por violar los lazos de castidad y por su deseo mostrado, debe ser perseguida y sacrificada en el nombre del cristianismo.


El hecho de que “Drácula” destile una esencia sexual podría parecer obvio ahora, pero al momento de ser publicada esta obra, a la sociedad que la recibió por primera vez, le pareció grotesca. Considerando la paranoia victoriana con el sexo, es clara que la reacción al momento de ser leída por los ciudadanos fue escandalosa. Más aún, teniendo en cuenta que el conde es un personaje semi-pornográfico, o al menos, una criatura con un conjunto de suficientes prácticas para satisfacer el deseo carnal. Según un Análisis hermenéutico de la sangre en la película de Francis Ford Coppola, llamado Drácula: La sangre como el amor nunca muere, podemos ver que la preocupación erótica es obsesivamente oral, ya que los vampiros son sexuales impotentes del cuello para abajo, y su ‘beso’ es un eufemismo tras el que se esconde una intimación más profunda; a lo largo de sus notas, Jonathan Harker habla de ‘besos vampíricos’ y no de ‘mordeduras’. Para hablar de lo siguiente, me remitiré a citar a Clive Leatherdale en su ensayo de ‘Historia de Drácula: un ensayo sobre la obra maestra de Bram Stoker, el conde Drácula y los orígenes del vampirismo’: “Se habla, en tres largos capítulos, del trasfondo erótico de la novela. El primero llega cuando el prisionero Jonathan Harker cae en manos de las tres amantes del conde, o sus concubinas. Como es de esperar, su objetivo principal es seducirlo y chuparle la sangre, pero toda la secuencia está plagada de imágenes sexuales en el encanto que le producen para manipularlo.(p. 203) Un detalle más general es que el rojo induce a connotaciones sexuales, lo cual vemos ilustrado con el pintarse los labios, el color en la cara y el lugar predilecto de las prostitutas en los ‘barrios rojos’. Si la sangre es un afrodisíaco, entonces también es poder.


Así, las mujeres de Drácula preparan de alguna manera al lector para el desenfreno de Lucy. El despertar de la sexualidad femenina en el limbo que representa el matrimonio las hace más vulnerables y abre la llave a sus deseos. El conde escoge a sus concubinas a voluntad, las desvirtúa no solo transformándolas, pero teniendo relaciones con ellas, y luego procede a abandonarlas. El sacrificio de las mujeres vampiro enfatiza entonces en la perversión del sexo, y el mensaje que contribuye a una sociedad controlada por el cristianismo y la idea del pecado e infierno, sería entonces; las mujeres eróticas aniquilarán a los hombres honorables si no son destruidas. En el análisis literario de Guillermo Carnero: Sexo, sangre y muerte: un cóctel victoriano, podemos evidenciar características muy particulares de la época con la sexualidad, esto podemos ejemplificarlo con una cita de la propia obra de Stoker.


“Ante mí se hallaban tres jóvenes, tres damas a juzgar por sus atuendos y modales. De ojos oscuros muy penetrantes que, bajo la palidez de la luz de la luna, daban la sensación de sendas hogueras. […] Había algo en ellas que me provocó un gran malestar, un deseo intenso y al mismo tiempo un terror mortal. Sí, ardía en deseos de besar aquellos labios tan rojos o de que ellos besasen los míos.” (p. 101)


La cultura victoriana asumía que los hombres tenían que cargar con la responsabilidad del placer, mientras que las mujeres debían someter sus deseos a la responsabilidad de reproducirse. Podemos decir entonces, que Drácula consiente la cruzada intemporal cristiana contra la indulgencia del placer físico, incluso la vocación de los perseguidores del conde proporciona una nueva dimensión al tema sexual, y desde afuera, el vampirismo se relata como un fenómeno sobrenatural que debe contrarrestarse con procedimientos sobrenaturales; la posesión diabólica precisa ritos espiritistas, así como remedios prácticos. El ser vampiro – o el dejarse llevar por su sexualidad humana – se revela como un trastorno físico y mental que se puede sanar, curiosamente, con la intervención de un cura. La imagen que ofrece Stoker en su novela favorece que una parte de la crítica feminista lo identifique como un aliado en cierta manera, sin embargo, en otros momentos de la novela se percibe una profunda hostilidad hacia la sexualidad femenina, junto con el deseo de control hacia las mujeres: “–¡Desgraciado, no la bese! –gritó– ¡No bese a aquella mujer nunca, por piedad de su alma! ¡Ella brota deseos de magia oscura y deseos impuros!” (255)


Drácula es el único vampiro masculino en el texto, pues, por otro lado, las vampiras que lo surten son retratadas como entes diabólicos, inhumanos, extremadamente eróticos y motivados únicamente por el sexo y el deseo de sangre, que como ya se identificó, va mucho más allá del físico. El mismo término ‘vampiresa’ hoy en día se usa coloquialmente para describir a una mujer con un gran apetito sexual.  Los límites eróticos en esta obra siempre son claros; la libertad sexual es una enfermedad que el vampiro tiene el poder de contagiar a los humanos, infectándolos con su deseo físico y alta libido. Stoker pone a dialogar aspectos religiosos de la sociedad victoriana, usando a su obra como un manual de fe y las reglas de comportamiento que contiene. Drácula es el resultado de una oscura mutación de una forma cristiana, todo lo que hace es semejante de alguna manera, a las prácticas de culto por la iglesia. Refleja los mismos miedos que tiene, junto con sus reglas subyugantes; quiere castigar la inmoralidad mas no admite que esa misma concepción de infracción a la regla haya sido creada y manipulada por la propia institución – en obras como estas, que eran puramente literarias – como una estrategia para ejercer control. Puede decirse, que, de alguna manera, existe un deseo morboso en el concepto de santidad que ha sido impuesto.

 

 

 

Obras citadas


Stoker, Bram. Drácula, o ˈdrækjʊlə. Reino Unido, Ediciones Hymsa. 1897.


Le Fanu, Sheridan. Carmilla. Estiria, Edición In a Glass Darkly. 1872.

 

Leatherdale, Clive. Historia de Drácula: un ensayo sobre la obra maestra de Bram Stoker, el conde Drácula y los orígenes del vampirismo. Reino Unido, Edición Arpa and Alfil. 2019.

 

Grupo Imago: John Jaime Osorio, Uriel Hernando Sánchez Zuluaga y Jerónimo León Rivera Betancur. Drácula: La sangre como el amor nunca muere - Análisis hermenéutico de la sangre en la película de Francis Ford Coppola. ANAGRAMAS volumen 2, número 3 pp. 151-160. Pontificia Universidad Javeriana, 2018.

 

Carnero, Guillermo. Sexo, sangre y muerte: un cóctel victoriano. Madrid, Es Pop Ediciones, Trad. de Óscar Palmer Yánez. 2017.

 

 



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