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Cruzar la calle

  • Foto del escritor: El Galeón Gaceta Literaria
    El Galeón Gaceta Literaria
  • 12 feb
  • 7 Min. de lectura

Autora: Luisa Barrios*


Generalidades de la intimidación ordinaria.


Encuentro de gran importancia el ejercicio de cruzar las calles, ya que es una actividad frecuentemente cotidiana, que involucra diversas emociones y decisiones, que aún desenvolviéndose en una amplitud de tiempo ínfima, dan cuenta de una forma particular de relación interpersonal y moldean simbióticamente el pensamiento y la acción de las personas. Observaré un cruce que debo utilizar diariamente con la finalidad de llegar a la Universidad Nacional, en Bogotá. Debido a esto, a pesar de ser personalmente rutinario, adquiere relevancia según los factores mencionados anteriormente, en virtud del alto movimiento de vehículos y personas. Adicional a que por más que deba cruzar otras calles, aparentemente similares en cuánto a movimiento y elementos que mencionaré posteriormente, jamás he dejado de ponerme en alerta al pasar este cruce.


Así, anotaré las sensaciones que experimente; los comportamientos que evidencie tanto en mí como en otros; y las características que definan esta calle, al momento de ejecutar esta precisa acción durante una semana, entre quince y treinta minutos, en franjas horarias y días diferentes. Esto, con el propósito de analizar los fundamentos intrínsecos de mi sentir respecto al cruce y las configuraciones íntimas del mismo en referencia a los demás peatones y a quiénes conducen los vehículos que allí transitan.


Dicho cruce se encuentra en dirección oriente, frente a la estación de Transmilenio ‘Corferias’ (anteriormente Recinto Ferial), donde se localizan cuatro intersecciones peatonales semaforizadas; interceptadas externamente por la Avenida del Dorado, e internamente por las troncales de la Calle 26. Estas intersecciones están integradas por separadores, prolongados a lo largo de la avenida y las troncales, en forma de pavimento o áreas verdes.

Los descansos peatonales (encuentros entre separador y senda peatonal) y la posición del pavimento están desnivelados aproximadamente a treinta centímetros en consideración a los separadores; el pavimento posee acceso al alcantarillado y desagües en los extremos del cruce. Mencionados descansos, están fabricados mediante ladrillos fiscales aparejados con tramas de corredor y espina de pez; de colores gris (zonas con rampas, ubicadas a cada extremo del cruce) y anaranjado (zonas a nivel de la acera y descansos peatonales); y cada uno cuenta también con delineadores viales tubulares de concreto negro.


Se observan tres tipos de aparatos de control vial: 1). Semáforos vehiculares cotidianos (6) y peatonales -provistos con iconografía del cuerpo femenino parpadeante entre las opciones de color verde y rojo- (8), 2). Señales informativas -aviso a nivel de visión alta, que indica: ‘Calzada Exclusiva Transmilenio’- (1) y 3). Postes de alumbrado público (3) -la mayoría dotados de pegatinas y grafitis-.


Para describir este cruce puede decirse que se halla en relativo buen estado; dado que el sendero peatonal aún está delimitado; las aceras no tienen mayores grietas, al igual que las separaciones; el pasto tiene colores vivos; los semáforos y sus soportes, los postes y las señales tienen buen color en su pintura, intensa iluminación y escasas manchas por oxidaciones; así como que es pulcro (hay recipientes divididos para el reciclaje a ambos remates del cruce y los residuos que pueden hallarse están embolsados próximamente a los postes de luz). Existe un estable flujo de personas y bicicletas urgidas por cruzar. No suele escucharse comunicación verbal. Hay ruido motorizado constante, pues hay un alto flujo vehicular y no se presencian signos de mendicidad, guías de tránsito ni trabajo informal.


Según lo observado anteriormente, me llaman la atención tres dinámicas que son más concernientes a las personas cruzantes, que al cruce en sí: la experiencia de la seguridad, la influencia del conocimiento en el comportamiento y cómo puede ser diferente la experiencia de cruzar el mismo pase peatonal, según las emociones y/o vivencias del individuo.


La experiencia de la seguridad

En proporción a la primera dinámica, me refiero principalmente a 1). Siniestros viales y 2). La inseguridad social (como el acoso, la delincuencia y la intimidación vehículo-peatón). El primer punto genera una sensación de peligro debido a su instantánea letalidad. Esto lleva a mirar a ambos lados de la vía, aunque esta lleve una sola dirección o caminar presurosamente pese a que el semáforo apenas haya cambiado a favor del peatón, replicando un instinto de supervivencia ocasionado por el auge de estas urgencias. Por ejemplo, solamente en América Latina y el Caribe, los siniestros viales cobran más de 100.000 muertes por año, de los cuales la mitad son usuarios vulnerables, es decir peatones, motociclistas y ciclistas, que no tienen ventaja frente a la composición mecánica y tamaño de un carro o un camión en el caso de ocurrir un accidente (Crotte, 2017).


El segundo punto -la inseguridad social- está unida a una percepción cognitivo- emocional del peligro, ya que tiene que ver con la vulnerabilidad del cruzante frente a las intenciones incognoscibles del resto de personas, que este relaciona con experiencias ya pasadas, o que hacen parte del relato de otra persona. Sobre el acoso, se refiere inseguridad en relación a comentarios indeseados sobre el aspecto físico del peatón, las bocinas de los vehículos (cuando no son usadas según su intención manifiesta de alerta, sino con el objetivo de llamar la atención de un peatón circundante y generalmente, precisar de forma desafiante alguna característica erótica del mismo) o al percibir miradas enfermizas por parte de conductores u otros peatones. Que, acrecientan individual y conjuntamente, la disposición de vigilia y generan malestar constante y exponencial sobre viandantes y conductores.


Sobre la delincuencia, se advierte una aprensión a partir del hecho de encontrarse en una desgastante condición de atención con tal de no“dar papaya” y a su vez, de cualquiera que se acerque a nosotros; justamente, por lo que nos pueda hacer. Desde hurto, secuestro, violación y demás actividades, que nuevamente, aunque se escapan de la propia previsión exacta de lo que puede constituir una acción ajena, está inconscientemente de antemano, constantemente, la posibilidad de que acaezca para el individuo particular, ‘la peor probabilidad de acción ajena’; lo cual es igualmente drenante y conforma en gran medida alzas de estrés y ansiedad para los mismos actors viales.


Sobre la intimidación, esta se revictimiza de nuevo desde el siniestro vial y desde el apercibimiento de relaciones de verticalidad y hegemonía respecto a los demás (por ejemplo, la que tiene un peatón frente a un carro, o la de un carro hacia un camión). Un caso común es apreciar al cruzar la calle, que cualquier acción (sonido de pitos, motores o uso de luces) son dirigidos hacia nosotros, para hacernos cruzar más rápido, o reincidentemente, como un vestigio de acoso. Situaciones que, si bien, se escapa de nuestro juicio1 juzgar si son intencionales o no; conforme a la experiencia colectiva, se sienten intimidantes, y crean un constructo, igualmente colectivo, de coacción vial, peatonal y vehicular.


Retomando las ideas anteriores, replico que dicha inseguridad social está sujeta al trauma y recuerdo particular, por lo que mencionadas sensaciones emocionales y físicas de peligro del actor vial, pueden ser causadas por estos traumas, y no necesariamente por el hecho real que percibe. Así, el cruzante está tensionado recurrentemente, pues asocia sus vivencias pasadas con un tránsito y peatones que son impredecibles, desordenados e inesperados, causándole miedo ante la incertidumbre. (Paiva, 2010. p. 41) El problema también tiene que ver con que, a pesar de saberse esta vicisitud, no se tiene el control auténtico sobre estas sensaciones, y con que tampoco se trata de una cuestión de costumbre, pues siempre puede presentarse una alteración en un orden específico o la reiteración de una acción que pese a haberse dado hace algún tiempo atrás, personalizan una vez más la vivencia de angustia, miedo e incomodidad, con la misma o mayor intensidad.


La influencia del conocimiento

La segunda dinámica está ejemplificada en este caso, con que el semáforo peatonal muda al color rojo aproximadamente quince segundos antes de que el semáforo vehicular lo haga. Algunas personas corren apenas el semáforo peatonal cambia, por más que reste solamente una intersección por cruzar, y otras caminan ordinariamente. Esto se relaciona con el sentimiento de certidumbre, que genera seguridad. Haciéndose -el correr- sea para llegar más rápidamente, o por reacciones típicas de supervivencia (si no se sabe que el semáforo se demora en cambiar), o por simple escape del posible peligro (si se sabe que el semáforo vehicular se demora en cambiar respecto al peatonal, pero se tiene el miedo de que en algún momento sí cambien de forma simultánea ), o no haciéndose porque se sabe que el semáforo vehicular no cambiará rápidamente, por lo que no hay cambio en el ritmo que se lleva.


Lo anterior, da cuenta de contrastes precisos entre la seguridad y la inseguridad, y de cómo el saber, en variadas ocasiones, se ve igualmente influenciado por el sentimiento o la segregación de hormonas, como la adrenalina, por los que se ve de qué manera la bien conocida dicotomía razón-emoción, arraiga límites difusos y refutables dentro de este contexto. En los que, se aprecian las variedades del comportamiento, no sólo de los peatones, sino también de un mismo peatón, solo que para otro momento determinado.


La experiencia de cruzar

Respecto a la última dinámica, encuentro curioso cómo en este mismo cruce, experimenté distintas sensaciones cada vez que lo usé, haciéndolo una vivencia distinta siempre, aún dentro de un mismo espacio. Lo inscribo a que, aunque nuestro cuerpo haga la misma ruta, nuestro consciente y/o inconsciente, no. Lo que sentimos jugará un rol determinante en la percepción de los acontecimientos, pues no juzgaremos los mismos hechos igualmente (sin contar que ocurrirán infinidades de actos distintos también) ni se poseerán los mismos pensamientos (o no los veremos igual, siendo más o menos prolongados o intrusivos).


Para saldar los asuntos tratados, concluyo que el transeúnte está viciado por su seguridad, pues se siente no solo vulnerable ante la exposición desventajada a otros medios de transporte (Secretaría Distrital de Movilidad Bogotá. 2020. p.13), sino a situaciones de acoso, criminalidad y en general intimidación. De esta forma, así existan estatutos que brinden arreglos para su sesgo, se sentirá idénticamente indefenso según varias ideas de amenaza, pese a que esté habituado a dicha acción.


Por demás, conocer una vía juega un papel importante en nuestro desenvolvimiento, contribuyendo a que tengamos tiempos e impresiones de certeza, que adquieren relevancia cuando son propiamente proveídas, ya que confiamos más en lo aprobado individual, cotidiana y de forma egoísta, a partir de la búsqueda del bienestar particular. Finalmente, en las cotidianas formas de vidas precipitadas, confluyen concepciones inmediatas, pasiones, aflicciones y pericias, que hacen de lo rutinario algo diferente, mediante sinfines de aprendizajes, que se podrán, o tal vez no, aplicar al cruce más cercano.



Referencias.

-Crotte, D. (11 de septiembre de 2017). ¿Por qué es más seguro volar que cruzar una calle? Moviliblog. https://blogs.iadb.org/transporte/es/mas-seguro-volar-cruzar-una-calle/

-López, C., Estupiñán, N., Martínez, S., Gómez, M., Contento, A., Ávila, D., González, J., Díaz, D., Villamarín, J., Zambrano, J., Laverde, C., Ferro, P., Pedreros, D., Gómez, A., Navarrete, A. (2020) en ¿Cómo es la movilidad en Bogotá? Manual del peatón. Bogotá, Colombia: Secretaría Distrital de Movilidad Bogotá. Recuperado 15 de febrero de 2023 de https://www.movilidadbogota.gov.co/web/sites/default/files/Noticias/05-11-2020/04- 11-2020_manual_del_buen_peaton.pdf

-Paiva, H. (2010) en Lo que dice la gente acerca del tránsito. Cruzar la calle, respetar las normas, valorar la vida. Una etnografía del comportamiento vial en Posadas Misiones. Argentina, Buenos Aires: Universidad Nacional de Misiones. Recuperado 15 de febrero de 2023 de

https://www.academia.edu/11963349/Cruzar_la_calle_respetar_las_normas_valorar_la_vi_Una etnograf%C3%ADadel_comportamiento_vial_en_Posadas_Misiones


*Mi nombre es Luisa Barrios. Estudio Antropología en la Universidad Nacional de Colombia. Me gusta escribir de vez en cuándo, y en todas las ocasiones, el azúcar.

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