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INSTRUCCIONES PARA ESCRIBIR:

  • Foto del escritor: El Galeón Gaceta Literaria
    El Galeón Gaceta Literaria
  • hace 3 días
  • 4 Min. de lectura

Autora: Susana Jaramillo Vásquez*


Para escribir hay que empezar por no hacerlo, por declararse en huelga con la escritura, hay que empezar por afirmar que lo último que usted haría en la vida sería poner en una hoja en blanco palabras sin sentido. Tiene que negarlo, decir que no, que jamás, que en ninguna circunstancia. Tiene que decir: -“¿y yo para qué voy a ponerme a escribir poemas, historias y ensayos?, ¿acaso eso sirve para algo?, ¿alguna vez se ha visto en la historia del mundo que un edificio se construya a punta de palabras cursis?”-. Después de afirmar su odio en contra de la literatura, de los poetas y los locos, después de proferir su amor a las cifras, los números, la exactitud de la ciencia y a la veracidad de los negocios serios, usted tendrá que meterse en el papel que ha adoptado: el de adulto.  

 

Entonces se pondrá una corbata, embetunará los zapatos y se empacará una calculadora en el bolsillo. Caminará solo por la acera, pintará sin salirse de la línea y procurará llevar guardado en su maletín un registro de lo importante: cuánto vale su casa, qué día del mes consigna sus ingresos a los bancos y qué noticias nuevas hay en el país para conversarlas con los taxistas. Además, tendrá que ser muy cuidadoso con su rutina: se despertará a las cinco de la mañana, tendrá la agenda llena de citas y trabajará doce horas diarias, llegará a su casa muy entrada la noche, olvidará saludar a sus congéneres y se acostará a dormir mientras piensa: -“que día tan productivo”-. Si usted ha llegado hasta ahí, permítame felicitarlo, es un sujeto de negocios que se ocupa de cosas serias, de verdaderas cosas serias, no de las fantasías que le conciernen a los locos y a los escritores.  

 

Pero, si por alguna razón, el papel de hombre serio le ha quedado corto a su corazón, si se le ensucia la camisa blanca más seguido de lo que espera, y cuando lee una frase grafiteada que se encuentra por la calle le entran ganas de llorar, entonces, póngase a escribir. Amarre al adulto serio que aparece de vez en cuando por ahí, póngale una mordaza en la boca y siéntelo frente al televisor justo en el canal más amarillista que encuentre (eso los vuelve locos de entusiasmo). Y libere la jaula, corra las cortinas, quítese maquillaje y peinado, ande descalzo por quince minutos y ensucie la camisa que lleva puesta. Siéntese en frente de una ventana y observe las ventanas aledañas a la suya, busque con los ojos a un niño, ellos siempre están por ahí, y mire con cuidado lo que el niño está haciendo. Escuche lo que el niño dice, para eso tiene que hacer mucho silencio, y si le es posible, salga de la casa, diríjase al parque de juegos más cercano, pregúnteles a los niños que juegan si usted puede acompañarlos y cuando le digan que sí, ya no habrá vuelta atrás. Ahora tendrá que quitarse la corbata y ensuciarse las manos, pero si eso no llega a ser suficiente, le recomiendo que se siente en un parque, se compre un helado de vainilla con chispitas y haga todo el silencio que pueda. 

 

Escuche mucho lo que están diciendo los abuelitos, las cosas que se dicen los enamorados, las palabras que las mamás dicen a sus hijos, y las respuestas que ellos le dicen a sus mamás. Y sienta, sienta la nostalgia infinita de un mundo que sucede frente a sus ojos y del que usted nunca se entera. Sienta la incapacidad de sentir que lo visita cuando el adulto que tiene adentro se ríe de usted, la esperanza de querer andar por un camino sin faroles que lo alumbren, la tristeza de una vida que es cada vez más finita, la alegría de la cotidianidad que se abre ante lo impredecible, sienta lo que siempre siente pero que en realidad nunca había sentido. Y sólo ahí, cuando se le empiece a desajustar el peinado, cuando el mundo parezca más complicado, más vivo, más lleno de movimiento de lo normal, cuando le entren ganas de dormir hasta tarde o cuando se acuerde de saludar el recuerdo de los suyos, usted estará listo para escribir.  

 

Para escribir se tendrá que derrumbar, después se tendrá que construir, y habrá de liberar a las jaulas de su cabeza, para que los pájaros puedan irse y regresar cuando quieran. Para escribir tendrá que temblar mucho, y deberá sentirlo hasta que el calor del latido se le inyecte en los ojos. Para escribir tendrá que escribir que no sabe cómo empezar a escribir. Y ya, la escritura abrazará al mundo y a veces (o siempre) lo desnudará a usted.  


*Susana Jaramillo nació en Medellín, tiene 18 años y es estudiante del Pregrado en Literatura de la Universidad EAFIT. Ha escrito en revistas y periódicos municipales, ha creado microrrelatos en el marco de Medellín en 100 palabras y ha ganado concursos escolares. Su trayectoria literaria apenas está comenzando, pero escribe poemas, ensayos, cuentos y un montón de palabras revueltas en el reverso de sus cuadernos. Es tímida, paciente y soñadora; no sabe muy bien cómo hablar de sí misma, sólo sabe que, ante tanta incertidumbre, siempre puede remar con un lapicero entre los dedos.

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