Autor: María Camila Duque Lopera*
“Rise through the center
Dance upon the water
A slow tempo dance
Quaking the earth
With your ecstatic fury”.
—Hecatomb, Patti Smith
Patti Smith, escritora, fotógrafa y cantante, escribió durante la noche del 31 de diciembre, un día después de su cumpleaños, un poema para el escritor Roberto Bolaño. La apuesta de Smith fue escribir cien versos, uno por cada buey sacrificado en las ceremonias de la Grecia antigua; aunque en Ilíada leamos que el sacrificio es de cincuenta, de doce, de ochenta y un bueyes o carneros, lo importante es la sangre espesa. Lo importante será la grasa que, vuelta humo, servirá de vía para la conversación con los dioses.
En la hecatombe de Bolaño, en una de las tantas que narró, escuchamos un canto y vemos una nube que lo pulveriza todo. El canto, el mismo que Smith menciona en tres de sus versos, viene de una cruzada de niños que caminan hacia la muerte desde una montaña. La canción que escuchamos desde Grecia implora a un oráculo, le pide a un dios, a Apolo, mientras a los bueyes y corderos se les lleva ceremoniosamente, como un acto calcado de otro acto, al sacrificio.
En la Hecatombe de Smith se mencionan lágrimas que se evaporan de las cabezas orgullosas de bueyes anudados, pero su sacrificio no está hecho de huesos. Aún así es tan válido como las ceremonias antiguas porque en ambas se está pidiendo a alguien que una verdad sea revelada. Son cien los versos que componen el poema, cien líneas que se desplazan, que caminan hacia abajo, que avanzan buscando entonar un canto que termina en sacrificio y que busca hacerse humo para llegar al escritor. Los versos, de extensiones similares, dibujan una línea que se mueve entre valles y pendientes y se asemeja a una sierra. El poema de Smith inicia confrontando al escritor, mencionando algo que él dijo en sus textos: “Hablaste de una hecatombe espiritual / El sacrificio de cien bueyes / En ofrenda al oráculo / El dios de la verdad / La poesía y la música” (Smith). Avanza entre listas de horrores, entre plumas de águilas y bueyes: “Los bueyes son terneros / Que retozan en el polvo / Suspirando por el leñador / Cuya hacha estaba viva” (Smith). El poema camina hasta el final en que la poeta hace un llamado a la furia del escritor y a su baile: “Levántate Roberto / Alza tu ballesta / Levántate por el centro / Baila sobre las aguas / Un baile lento que haga temblar la tierra con tu furia extasiada” (Smith).
En el canto de Bolaño y en el de esas comunidades que buscan comunicarse con los dioses hay un deseo de que algo se levante. El valor, el humo como voz que convoca. En el de Smith hay un llamado al baile y al movimiento de la tierra, a que el escritor se levante, revele las palabras que no escribió y nos confiese el secreto del mundo. Y ese mismo deseo, el del valor y el humo, permanece inmutable.
*María Camila Duque Lopera. Hace collage. Lee. Arquitecta y estudiante del pregrado en Estudios Literarios de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora de arte y diseño de Ladridos, un podcast sobre literatura.
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