Autor: Daniela Uribe Velásquez*
Miro el vacío al lado mío. Un vacío lleno de luces de carros. Un vacío silencioso. Me llama. Solo nos separan unas barandas de menos de tres centímetros de diámetro. Mi cabeza alcanza apenas a sumergirse un poco en él, sentir su presencia, escuchar el llamado de su silencio. ¿Paz tal vez? ¿Terror eterno? ¿Puede una persona cargar con otras dos vidas que no querrían seguir viviendo si ella misma se negase a hacerlo? Tres existencias sobre un solo hombro... ¿Cuánto puede aguantar sin volverse polvo de hueso? El vacío entra a mis pulmones. Saco un brazo por entre las barras. Siento como vuela. Tal vez si saco una pierna se calle. Tal vez si saco las dos. Tal vez si simplemente me zambullo en él... No quiero pensar en la cara de mi mamá si lo hiciera. No quiero pensar. Tengo esto que hacer. Tengo esto otro. Tengo tantas cosas frente a la nariz que con cada respiro se hunden más en mis pulmones al punto de bloquear el paso del aire. Me duele la columna. Me duelen el hombro y los pulmones. El ruido del silencioso vacío hace que me duela el cuello. Siento que ya no sé respirar. Tal vez solo asome un poco el pie. Un frío se para en mi brazo y sube corriendo hasta la punta de mi cráneo. Acaricio con los dedos desnudos ese vacío. Se siente como agua. Agua volando entre mis dedos. Agua helada, dolorosamente reconfortante. Me llevo un puñado a la boca. Sabe seco, seco pero salado como mis lágrimas. Dulce como un tiempo del que solo salí porque me vi arrastrada con cadenas a dejarlo.
Me asomo. Las hojas de los árboles me llaman. Dicen que me recibirán como una cama suave.
Tal vez me deje caer. Tal vez esa sea la única cura. Tal vez simplemente me deje llevar por esta corriente a un vacío desconocido, al absoluto todo de la nada. Tal vez, so lo tal vez… pero hoy no. El miedo me amarra a estas barandas y este suelo frío y desnudo, fundiéndome con esta rutina de tratar de respirar, tratar y no poder, inhalar algo de aire y soltarlo sin resultado. Me amarra ver mi propio rostro reflejado en esa pequeña pantalla negra, pensando en los rostros que cambiarían para siempre si lo hiciera. Quisiera que no me amarraran, pero mi miedo les agradece por hacerlo.
Tal vez algún día, pero por hoy solo me conformaré con seguir encadenada a la obligación de respirar y aguantar, un día tras otro, retarme a ver cuánto más puedo soportar este peso.
DanielaUribe Velásquez: Ávida amante de los dulces y el chocolate, de la lectura como escape del mundo real y confundida pero emocionada por el mundo, Daniela es una estudiante del programa de Estudios Literarios en la UPB. Defensora de los derechos de los libros ficcionales como distintas visiones del mundo, le gusta pasar el tiempo con su familia o haciendo manualidades, sobre todo pintar. Ganadora del reconocimiento al lector de la Fiesta del Libro y la Cultura en 2016, sus mayores influencias literarias son Edgar Alan Poe, Mary Shelley, Rick Riodan, Carolina Andújar y Cassandra Clare.
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