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Un árbol lejano

Foto del escritor: El Galeón Gaceta LiterariaEl Galeón Gaceta Literaria

Autora: Sara Sofía Ortega


La pequeña niña le preguntó a su madre porqué no podía escalar aquel árbol. Esta agarrando su mano temerosamente, le contestó que era porque las ramas estaban muy altas y ella era muy pequeña. Entonces le preguntó: “¿ Sí fuera mariposa podría subirlo? A lo que su mamá le respondió que sí fervorosamente.


Por esto, la niña deseó y siguió deseando con todas sus ganas el poder tener unas alas como las de la mariposa, pero nunca sucedió. El tiempo pasaba y pasaba, pero las alas no llegaban. Dispuesta a no dejar de lado su cometido, decidió hacérselas ella misma. Le llevó días y días de arduo trabajo, hasta que las alas por fin estaban hechas. Al ponerlas en su espalda, sintió cómo cada fibra de su cuerpecito se acoplaba a la nueva intrusión y, poco después, pudo por fin elevarse del sueño de su habitación.


Corrió y corrió hacia su mamá, y jalando su brazo la llevó hacia el árbol. Cuando ya estaban al frente, saltó y nadó en el aire hasta que llegó a la rama más alta y miró hacia abajo en busca de ella. Su madre río y la felicitó por tan grande espectáculo y le dijo que bajara para ir a celebrar. La niña se quedó muda ante eso: ¡ella no había calculado la bajada por pensar demasiado en la subida!, Trató y trató de empujarse hacia abajo, pero no resultó. De tanto tratar, una de sus alas se quedó atascada en una rama.


Habló su mamá desde abajo, convenciéndola de romper una alita para que pudiera bajar. La niña aceptó, después de todo, ¿qué era un ala de mentiras al lado de ir a celebrar? Tiró y tiró hacia abajo hasta que el ala se rompió totalmente. Descendió hasta los brazos de su mamá, pero en el trayecto, su piel se había arrugado y su cabello había cambiado de color. Ya no tenía ganas de caminar ni mucho menos de celebrar. Sentía un dolor grandísimo en el lugar donde solía estar su ala, y llevando la mano hasta allá, sintió con horror una gran cicatriz donde solía estar su amada. Con lágrimas en los ojos giró su cabeza hacia su mamá, pero allí solo descubrió unas flores que habían detenido su caída y, más allá, una lápida de cemento.


Aterrorizada por lo que tenía en frente, salió corriendo hacia su casa, pero solo encontró ruinas donde solía estar su hogar. Buscó y buscó entre los escombros, más solo halló la carita de su pequeño oso a medio descoser. La viejita lloró y lloró desconsoladamente abrazando aquella cabeza, lamentándose el no haber bajado a tiempo para disfrutar más con su mamá.

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