Autora: Anny González Rangel
Rosa está sentada en la cama, fumando.
ROSA: Y pensar que, hace apenas unas horas, dormías justo aquí, madre. Ahora tu nuevo hogar es la tierra, aquella que odiabas y que me hacías barrer hasta tres veces en un mismo día, pasa a ser tu casa eterna (Rosa se levanta y observa unos retratos de su madre en la pared). Siento alivio, pero al mismo tiempo culpa por no estar triste; tu muerte, aunque repentina, no me conmueve, me consuela. Ya no tengo quien me reproche cada una de mis malditas decisiones (Rosa imita la voz de una señora): “Rosa, la ciudad será tu perdición”; “Rosa, cuando seas infeliz, te acordarás de mi”; “Rosa, el horario fijo en el trabajo es la nueva esclavitud”; “Te arrepentirás Rosa”. ¡Maldita sea! ¿Acaso no podías sentir felicidad por mí? Yo, tu única hija, y ni siquiera así te compadecías, ni te sentías orgullosa. Y la estúpida carta que me dejaste con tu abogado, todo el dinero que gastaste pagándolo y pudiste habérmelo dado para mi estudio. ¡Dos años estuverogándote, mamá!: “Por favor, mamá, es mi sueño”; “Mamá, quiero estudiar, quiero salir de este miserable pueblo”, y tú solo decías que no iba a lograrlo, que si era miserable iba a serlo con o sin estudio, aquí o en la Conchinchina. Es que eras una hija de puta. Pero, ¿ahora qué te queda?, nada, porque al menos esta mierda de casa es mía, y más tardará en enfriarse tu cuerpo que yo en venderla, será tu única inversión en mí y mi futuro, así que al menos ahora puedo decirte gracias, gracias por las fallas en tu cuerpo.
Juan golpea la puerta.
ROSA: ¿Quién es?
JUAN: Soy Juan, un viejo amigo de tu madre, abre por favor.
Rosa abre la puerta. Juan entra a la casa, Rosa cierra la puerta.
ROSA: No sé si no lo sabías, pero mi madre ya no está aquí, quiero decir, ella murió hace poco. No sabía que eras amigo de ella, sino te hubiera informado.
JUAN: Ya sabía de ello, por eso mismo estoy aquí, vine a reclamar lo que me pertenece. Verá, su madre tiene una vieja deuda conmigo, quedamos en que, cuando ella muriera, sus bienes pasarían a ser míos, ¿ella no te lo dijo?
ROSA: A estafar a otra estúpida, si aquello fuera cierto, el abogado me lo habría dicho, y él ya me entregó toda la información necesaria, así que, si no tiene pruebas de lo que dice, váyase de mi casa (Rosa abre la puerta).
JUAN: Claro que sí tengo pruebas (Juan cierra la puerta). Aquí tengo una carta de su madre escrita a puño y letra por ella, en la que especifica en dónde se encuentran las pruebas de nuestro acuerdo, tome, léala usted misma.
Juan extiende la carta a Rosa, Rosa agarra la carta y lee mentalmente.
ROSA: Aquí dice que en su armario hay un cajón. Sígame, vamos a comprobar que no son más que locuras.¿Sabía que ella deliraba?, pudo haber escrito esto en uno de sus episodios, no era una mujer de fiar.
Rosa y Juan entran a una habitación, Rosa abre el armario, saca un cajón.
ROSA: Solo hay una carta, no hay documentos ni nada así, se lo dije, ella estaba loca.
JUAN: A ver, léala.
ROSA: “Si están leyendo esta carta, es porque los domina el hambre de riqueza, afortunadamente, no dejé más que esta pequeña casa. Ustedes, Juan y Rosa, esta es mi oportunidad de presentarlos. Juan, esta es la hija que nunca quisiste reconocer ni conocer, pero ahora, por tu avaricia, la tienes en frente. Y tú, Rosa, mi única hija, tu sueño de conocer a tu padre se hizo realidad. Ahora, lo que les interesa: la casa. Es cierto que la casa paga una deuda, pero estos 30 años de ausencia material y emocional de Juan deben ser cobrados de alguna forma, espero se pongan de acuerdo. Besos para ambos”.
JUAN: Bueno, ahí tienes, esta casa ahora es mía.
ROSA: ¿Eso es lo único que le importa? Acaba de conocer a su hija y solo le importa quedarse con una casa que se cae a pedazos, pero que mierda de hombre es usted.
JUAN: Tengo cuatro hijos, ¿cree que me importa uno más?
Rosa agarra una lámpara y la tira.
ROSA: Es usted un hijo de puta. Lárguese ahora mismo de mi casa, no tiene pruebas, solo una promesa de una muerta, pues vaya a que su muerta se la cumpla.
JUAN: Me iré, pero antes deme esa carta .
Mientras Juan camina hacia Rosa, Rosa saca una mechera de su bolsillo y la enciende, prende fuego a la carta, enciende un cigarrillo, mira a Juan y se ríe.
JUAN: Pero qué hace maldita loca (Juan agarra un vaso con agua y lo lanza).
ROSA: Ya es tarde, no me diga que esta era su única prueba, ¿o sí?
Juan está en el suelo recogiendo las cenizas de la carta.
JUAN: (Se pone de pie) Maldita bruja, te juro que te arrepentirás, eres igual a ella, una loca despiadada.
ROSA: ¡No, no me compares con ella! no nos parecemos en nada.
JUAN: Son idénticas, ¿crees que tu aire de invencible no lo tuvo ella? Ella quería comerse al mundo, soñaba todo el tiempo, pero eran tantos sueños que no consiguió ni uno, el mundo se la tragó en un momento y, para colmo, llegaste tú a acabar con su última esperanza, no le quedó de otra que hundirse contigo en la miseria. No es que ella pensara que tú no podías lograr tus metas, ella estaba segura de que lo harías, solo no podía con la idea de pensar que lograrías todo lo que ella no pudo.
ROSA: ¡Mierda, todo esto no es más que mierda! Todo lo que dices son mentiras, ella no podía amar, ni siquiera así misma, yo si siento, si tengo emociones, me importan los demás y, y, y… tengo amigos, me preocupo por ellos, por ejemplo… ¿cómo era su nombre?, ah, sí, Claudia, ella es mi amiga del trabajo.
Rosa se sienta en la esquina de la cama. Juan camina hacia ella y le agarra la quijada moviéndola hacia un retrato de su madre.
JUAN: Mira estos ojos, con la misma malicia de ella. ¿Amar?, ¿querer?, ¿acaso sabes qué es eso?, no, por tu sangre corre veneno, no te importa nadie a menos de que los necesites, los tomas, los agarras, los usas y los dejas, es un círculo vicioso. Por eso no puedes amar y nadie te ama, vas a morir sola y envenenada por tu misma miseria, al igual que ella (Juan señala un retrato). Como una serpiente, te arrastras por el suelo, sigilosa, destruyes todo a tu paso, pero, ¿sabes qué les pasa a los animales rastreros?, ¡les cortan la cabeza!, no voy a permitir que pases tanto tiempo haciéndole daño a los demás como tu madre, mucho menos voy a permitir que te interpongas en mi camino (Juan agarra por los hombros a Rosa).
ROSA: Estás demente, ¡suéltame!, me lastimas.
JUAN: Al igual que a las serpientes les llega su hora, a ti también, es hora de que acompañes a tu madre en la otra vida.
Rosa agarra una botella de licor que está en una mesa a su lado, la abre y se la lanza, cayendo el contenido sobre la ropa a Juan. Saca el mechero de su bolsillo, lo enciende y prende fuego a su camisa. Juan grita, se aleja, golpea la camisa para apagar el fuego, se tropieza y se cae, se golpea el cuello del cual sale un hilo de sangre, queda tirado sobre el suelo.
ROSA: ¡Jueputa!, ¿se murió? (Rosa se agacha, toma la muñeca de Juan y pone sus dedos sobre ella). Lo que me faltaba, un muerto en mi casa (Rosa mira el retrato de su madre). ¿Ves lo que ocasionas, mamá?, ni siquiera después de muerta me dejas en paz, tendré que hacerle un descuento al comprador gracias a tu chistecito. ¿No podías pagar tu deuda en vida? Como siempre, Rosa solucionando tus mierdas. Al menos pudiste enseñarme a cómo quitar la sangre de la alfombra, tendré que comprar una nueva. Bonita forma de conocer a mi padre ¿eh, madre? ¿A quién se le ocurre poner a dos desconocidos a luchar por una casa?, tampoco es que sea la súper casa. Perdón que te ofendas pero hay que reconocer que desde que tengo memoria no se ha pintado. ¿Qué me dices del baño?, aún gotea.
Rosa se agacha para envolver el cuerpo con una alfombra.
ROSA: Para ser tan viejo y delgado estás pesado Juan, ¿puedo decirte Juan? ¿o debería decirte “papá”?Hay muchos que se sienten ofendidos, pues dicen que no los respetan si no los llaman papá. Aunque aquí la ofendida debo ser yo, señor “tengo cuatro hijos y no quiero más”. ¿Acaso no conocías los condones?, ¿o de eso también vas a culpar a mi madre?, porque para no saber amar claro que disfrutaste con ella. Menos mal eres un ser humano desagradable, porque así nadie te va a extrañar. Ahora dime, Juan, ¿de qué te sirvieron tantos hijos si ninguno te va a echar de menos? Es una suerte para mí porque no quiero lidiar con interrogatorios. “¿`Por qué lo dejaste tirado?´, `Señor policía, fue defensa propia, bla, bla, bla´”. Solo quiero vender este lugar e irme lejos, si me hubieras dicho que vendiéramos y lo dividiéramos a la mitad hubiera dicho que sí, sabes que no soy una de esas mujeres sentimentales que cuando mueren sus padres se van a vivir allí por los recuerdos. Yo solo quiero vender, pero tu avaricia te trajo hasta aquí, hasta esta alfombra, y mira que yo no he hecho nada. ¿En serio pensaste que a tu edad podrías matarme?, solo tuviste fuerzas para matarte solito, un tropezón, dos y al suelo, pasando a mejor vida. Pero ese no será mi problema, será del nuevo inquilino. Quedaste listo, Juan (Rosa se levanta del suelo). Madre, Juan, digo, Padre, un gustazo habernos reunido por primera y última vez los tres, me encantó esta dinámica familiar, pero tengo un avión por tomar, hasta nueva vida, besos (Rosa lanza besos y sale de la casa, coloca un letrero en la puerta que dice vendido).
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