Autora: María José Hoyos*
Cada día la veía a ella, con su vestido blanco de pijama que les llegaba a los tobillos, una diadema negra que utilizaba para acomodar su cabello, descalza y sus pies llenos de tierra.
A ella le encantaba todo lo que tenía que ver con el campo, de hecho, nuestra casa era la única casa del vecindario que tenía un jardín tan bien cuidado y digno para que los turistas se tomaran las fotos y se las presumieran a sus familiares. Ella se encargaba de sembrar cada semilla que teníamos, y de ahí, salían lirios, margaritas, orquídeas, rosas, e incluso girasoles.
Nuestro plan de cada sábado en la mañana consistía en cuidar del jardín, ver a los turistas tomarse fotos en él, y quedarnos allí a tomar el sol de la mañana. Solo éramos nosotros dos, hasta que a nuestro plan se le sumo nuestra creación de aquel otoño del 69. Entonces con el paso de los años, aquella comenzó a ser nuestra tradición.
Y a mi pequeña creación también la veo cada día, con su vestidito rosado de pijama que le llegaba hasta los tobillos, dos trencitas en su rubio cabello con listones rosados, descalza,pero sus pies totalmente limpios.
A mi hija le gustaba ser como su madre, ella tenía cierta debilidad por los lirios y le encantaba que, cada mañana al despertarse, los viera justo en la entrada de nuestra casa. Con ella, compartimos el gusto por el piano, pues desde que tenía tres años le enseñé a tocarlo, y hasta entonces ha sido mejor que yo. Fue inevitable que a nuestro plan de sábado no se le agregara un momento de lectura para que la pequeña tocara el piano. Sus dedos tocaban esas teclas con tanta delicadeza que me hacían transportarme a otras dimensiones; se le veía tan feliz, tan ingenua y pura haciéndolo que debí haber disfrutado un poco más ese momento.
Soy feliz de verlas a ellas así sea que esto signifique un problema mayor para el futuro; pues soy consciente que al no tomar mi medicina como debería sería más probable las alucinaciones que en este momento estoy teniendo.
Siempre hay que tener una piedra que te devuelva a la realidad cuando estás delirando; por más feliz que seas, no es sano depender de una idea que tu cerebro ha generado para convencerte de seguir viviendo. La piedra que me regresa a la realidad es ver sus lápidas que están en mi jardín lleno de flores marchitas desde el otoño pasado.
* Según mi acta de nacimiento me llamo Maria José, pero me siento regañada cada vez que me llaman por mi nombre completo. Llevo en esta vida lo suficiente como para saber que no tengo ni la menor idea de que estoy haciendo y no tener afán para descubrirlo. En las letras me siento más libre que en mi vida cotidiana, quizá es por ello por lo que veo la escritura como mi lugar seguro cuando quiero huir de vez en cuando. Me gustan los días lluviosos, pero me gusta más pasarlo con los amores gatunos de mi vida mientras vemos alguna película.
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