Autora: Carolina Ochoa*
Abro mis ojos y esa luz roja me deja entrar allí, donde están esos gritos, llantos, sangre, sangre pura qué hace qué mi corazón palpite de la emoción. Alma sola, triste, en pena, que pide que lo deje de torturar.
Color rojo putrefacto, manchas verdes por el pus, manos con uñas filosas y en sus puntas restos de sangre, orificios por todo el cuerpo donde allí habitan gusanos y hermosos gusanos, espigado como un tronco, rostro rojo y solo rojo. Sidragaso así me llamaba.
Yo consumo la apetencia por el erotismo, estoy ahí cuando el deseo carnal quiere salir, te susurro al oído para que no lo hagas y pares y cuando no paras, ese calor me abraza y me da el impulso para empezar con mi juego.
El alma qué traje de arriba, casi se me escapa, por poco me descubre, pero la atrapé, ya es hora qué alimente mis ganas de sangre, sufrimiento y muerte, el perpetrador de cuerpos ajenos así se llama
- déjame libre por favor- lo escucho decir en sollozos
Y eso hace que mi sangre se caliente más y me haga empezar. Este perpetrador toca almas, las consume, las impregna de su simiente blanco, corta sus manos, sus pies, las deja sin habla y las deja llenas de sangre.
Amarrado de pies a cabeza, su cuerpo desnudo esta ante mis ojos; sus gritos me ensordecen, cuando hago el primer corte, desgarrador, frío, hermoso, su sangre baja por mis manos, caliente y fresca, su órgano para consumir almas ahora está en mis manos. Corto, corto, como, como, cada una de sus partes, su sangre caliente alimenta mi alma, mi parte favorita son las orejas, blandas y crujientes. Sus gritos ya no se oyen, cuando corto toda su mano izquierda y derecha, ya los pies están reposando para ser consumidos por mí, las orejas y ojos me los comí mientras terminaba de cortarlo. Que lindo es el color rojo de este cuerpo ajeno.
El calor empieza a disminuir, esta frio, muy frio, ¿Qué está pasando?, el cuerpo del perpetrador esta empezando a cambiar de rojo a morado. Tocan. 1,2,3 veces y ahora lo se.
Mamá llego y en mi habitación está llena de la sangre del perpetrador: Mi padre. El maldito bastardo que acabo con mi alma.
Carolina Ochoa* escribe a veces bajo el seudónimo de - cordeliaocean- tiene 20 años, estudia el pregrado de Estudios Literarios en la Universidad Pontificia Bolivariana, su autora favorita es Piedad Bonnett, disfruta escribir terror psicológico y poesía; tiene un gato y le gusta mucho ver el atardecer tomando café.
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