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Foto del escritorEl Galeón Gaceta Literaria

Tumba

Autor: Estefania Villa Yepes*


Su cama era un mar de sentimientos y, entre tanta confusión, estaba él enrollado en una sábana blanca, desnudo, como un ángel caído, en una posición en la que pocos serían capaces de dormir. Estaba en medio de su cama, tendido de lado a lado con sus piernas y manos hechas una espiral. Tanto dolor inundaba las paredes de la habitación, tanto calor estaba haciendo que las paredes empezaban a sudar también: brotaron pequeñas goteras de agua, cayendo una y otra vez en su ombligo. Pero solo se percataría de ello a la mañana siguiente. Estaba sediento, pero, antes de levantarse, cayó en un profundo sueño. Soñó que había enterrado a su amante vivo después de una fuerte pelea. En la siguiente escena estaba a su lado, bajo tierra, mientras le susurraba: ¿por qué?

Cuando iba a contestarle, se daba cuenta de que ya no tenía lengua, se limitaba a escuchar su voz como una creciente pesadilla. La noche parecía eterna; con todas sus fuerzas se intentó levantar, pero sus músculos no reaccionaban.

Hasta que alguien entró en la habitación: era su amante. Sintió cómo su cuerpo se acurrucaba por un ladito de la cama para recostarse en su pecho y le empezó a tocar la frente suavemente.

━Tienes fiebre, ¿verdad?

━No, querido, estaba soñando cosas muy extrañas━ dijo bastante angustiado.

Después de contarle aquel sueño tan extraño, su amante lo abrazó con más fuerza y, lentamente, le fue clavando las uñas en su pecho desnudo. Fue allí cuando él se percató de su extraño olor y sintió las palmas de las manos llenas de tierra; pero, antes de poder preguntarle por qué estaba cubierto de tierra, su amante se acercó lentamente a su oído y le susurró la pregunta: ¿por qué?

Las paredes negras y el techo empezaron a acercarse más y más hacia él, la habitación se comprimió hasta que quedó atrapado en un minúsculo espacio. Mientras que su amante soltaba una carcajada, de sus ojos brotaban gusanos y su piel fue cayendo para revelar un esqueleto. Ahora, un cadáver lo abrazaba y su pecho se cubría de una tierra mucho más oscura, llena de gusanos.

Intentó gritar, pero solo consiguió tragar más tierra que se fue incorporando fácilmente en toda su boca y su garganta porque su lengua ya no estaba. Se encontraba en una oscuridad infinita con sabor a metal y tierra junto al cadáver de aquel a quien prometió amar hasta la muerte. Cientos de lágrimas empezaron a caer por sus mejillas, decidió que era muy tarde ya para corregir los errores de aquella noche. Se dejó llevar por la eterna oscuridad de sus pecados y cerró los ojos.



*Mi nombre es Estefanía Villa, tengo 19 años y soy estudiante del tercer semestre de estudios literarios. Me encanta escribir poesía y cuentos, también adoro leer y cantar.

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