Autora: Laura Montiel*
En frente mío hay una llama flamante con tonos de naranjas y azules que imploran ser vistas por mis ojos; me relaja ver cómo éstas se mecen con el viento, de aquí a allá, hasta el punto de casi apagarse.
Casi, esa es la palabra clave. Una palabra con un significado maravilloso, porque es que estas llamas no se rinden, siguen en pie, incluso más fuertes. Permanezco ahí, perdida en sus colores, en el humo que emana. Es hipnótico.
No me basta, nunca me ha bastado con solo mirar. Siento cómo estas llamas me piden que me acerque, por lo que instintivamente acerco un poco mi dedo; al hacerlo, un calor me recibe de inmediato. Es soportable, se podría decir que hasta agradable. Mi mente me pide más, así que me acerco otro poco; sin embargo, me aparto rápidamente cuando un dolor que no esperaba se instala en mi índice, ¿por qué dolió?
Me gusta el calor que desprende, por lo tanto, aquí voy otra vez. Me acerco, me acerco, me acerco y… bueno, esta vez duele un poco más. Seguramente deje una herida en mi dedo, pero no estoy segura de que eso sea lo que me moleste, me molesta que duela, ¿por qué tiene que doler?
Me encantaría ser capaz de abrazar ese calor, soy consciente de que puede que deje una quemadura, pero ¿qué importa? ¿Acaso no sería temporal? No me afectan las consecuencias, mientras eso signifique que no duela en este momento.
¿Cómo se controla el dolor? ¿Por qué no puedo controlarlo? Lo intento una vez más. Me acerco, me acerco, me acerco y duele, pero esta vez no me aparto, no me ganará el fuego; no obstante, hay un problema: ¿por qué el dolor se hace más intenso? ¿Por qué mi dedo es incapaz de acostumbrarse?
Si tan solo fuese capaz de aguantar un poco más, de seguro me acostumbraría, ya no dolería de esta forma. solo debo respirar y contar: “1, 2, 3”, pero de repente el dolor se ha vuelto absolutamente insoportable. Siento que se esparce de mi dedo a todo mi cuerpo, provocando que mi vista se vuelva borrosa y una lágrima se escape sin mi consentimiento, por lo que quito mi dedo rápidamente.
Acerco mi dedo índice a mi campo de visión y observo cómo la piel se ha enrojecido y cómo de ella brota una herida; ahora, ya no estoy tan segura de que esa quemadura, que no me molestaba antes, no me moleste, cuando ya el daño está hecho, cuando es quizá muy tarde para que no quede una cicatriz.
* Soy Laura Marcela Montiel Méndez. Una escritora con el constante anhelo de plasmar con sus palabras la riqueza y abundancia que posee su alma. Con 18 años, tengo la aspiración de algún día convertirme en una escritora publicada, con textos que logren que el lector replanteé todo su entorno. Lo anterior, lo digo con base a que soy lectora y esos libros que más han tenido trascendencia en mi nivel personal, son los que hacen que me cuestione de mi vida o de la vida en general. Por el momento, estudio números, pero mi verdadera pasión se encuentra en las letras.
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