Autora: Emely López Betancur*
Esa mañana mi hermana me levantó con una gran sonrisa en su rostro y supe que iba a ser un gran día. Mientras nos organizábamos para salir de la casa me contaba lo emocionada que estaba por planear nuestro viaje de vacaciones, y de camino a mi colegio me dijo que esa noche no la esperara para cenar ya que llegaría un poco tarde.
Cuando llegó a casa la noté extraña, parecía que había estado en una pelea o algo parecido pues su ropa estaba rasgada y sucia, al verme intento sonreír, pero fracasó, así que subió corriendo hacia el baño. Sabía que le había pasado algo porque esa noche lloró incontrolablemente mientras tomaba una larga ducha; no sé qué pudo haber sucedido, pues ella no me dijo nada ni mucho menos a nuestros padres, pero desde esa noche todo en ella fue diferente, se sintió diferente.
Lo sé porque mi hermana solía ser la que me alegraba el día, de hecho, se lo alegraba a cualquiera que viera su sonrisa; con ella podía hablar por horas de los temas que se nos ocurrieran pues era la única que siempre me decía la verdad y no se inventaba alguna historia o excusa para no contarme las cosas que pasaban; ella fue la única que logró decirme sobre el divorcio de nuestros padres, no como mi madre que optó por inventar que mi padre se iba a un largo viaje de negocios y que se demoraría en regresar; ella era ese lugar seguro al que yo acudía siempre, porque realmente me conocía y me entendía; así mismo sentía que ella lo hacía conmigo.
Yo pensé que realmente la entendía, hasta esa noche, pues ahora se la pasaba encerrada en su habitación, no hablaba conmigo y esa sonrisa que me alegraba el día ya no estaba. Lo más extraño era que ahora se veía preocupada casi todo el tiempo, cambió de estilo y empezó a usar ropa ancha y buzos que cubrieran casi todo su cuerpo, no se quedaba mucho tiempo mirándose a un espejo porque parecía que su reflejo le causaba repulsión; es como sintiera culpa, como si ella se estuviera perdiendo y sintiera miedo de salir, fuera de su habitación. Como si yo la estuviera perdiendo y por más que intentara entenderla no sé qué fue lo que le paso que la hizo cambiar de esa manera.
Un día mi hermana entro a la habitación y me sonrió como de costumbre, corrí a abrazarla y ella se rio, nos sentamos en mi cama y le empecé a contar como me estaba yendo en el colegio, simplemente me escuchaba, pero se sentía bien que ella estuviera ahí para mí. Así pasaron varias semanas, de verdad sentí que la estaba recuperando y ella poco a poco estaba volviendo a ser la misma de antes. Una noche nos quedamos a ver películas en la sala y a la hora de dormir ella se despidió con un abrazo que se sintió como si hubiese reunido todo su amor en el y me lo hubiera dado, pero antes de salir de mi cuarto me dijo — perdón por todo, te prometo que luego te lo voy a explicar — me quede pensando en eso toda la noche y finalmente logre quedarme dormida.
…
Mi hermana ahora no estaba, nadie me explicaba nada de lo que estaba ocurriendo, pero veía como mi madre lloraba y le decía a los demás que no entendía porque lo había hecho si ella estaba bien y nada había cambiado, yo sabía que eso no era verdad porque mi hermana si había cambiado mucho en los últimos meses solo que mi madre estaba muy ocupada en su trabajo como para notarlo.
No entendía lo que estaba pasando y la única persona que me explicaba las cosas ahora no estaba, así que entré a mi cuarto y en la mesita de noche pude ver una carta que me había dejado mi hermana. Esa carta era como una charla de hermana mayor en donde me explicaba cosas del mundo y temas que nunca íbamos a poder hablar, me decía lo mucho que me iba a extrañar y que enserio había intentado seguir aquí, pero le fue imposible, me explico lo que le había ocurrido, cómo se estaba sintiendo estos últimos meses y de cómo no sabía decirlo sin sentirse juzgada, me pedía perdón por no contármelo y por qué había decidido irse para siempre.
Sabía que era la muerte porque mi hermana me había hablado de ella y de cómo los adultos preferían decirle “el cielo” para que no sonara tan fuerte, tal vez yo también prefiero decirle así porque aún no sé cómo aceptar el hecho de que ella ya no esté conmigo.
Así que quiero pensar que mi hermana está en el cielo, que allí recuperó la sonrisa que tanto me gustaba, que puede jugar con las nubes utilizando la ropa que más le guste sin que se sienta juzgada o con miedo de que le ocurra lo que le ocurrió aquí en la tierra; que en ese lugar se siente libre y sepa que no fue su culpa lo que le paso; que puede ir de vacaciones infinitas a donde lo teníamos planeado y que desde allí ella siempre me cuide, escuche lo que ocurre en mi vida y lo mucho que extraño que ahora ella no esté aquí. Pero sobre todo espero algún día nos encontremos en el cielo y juguemos juntas con las nubes.
* Emely López Betancur estudia el pregrado en Estudios Literarios de la Universidad Pontificia Bolivariana. Su autora favorita es Emily Dickinson, ama los gatos y el chocolate, le gustaría ser traductora y espera que algún día por fin le guste el café.
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