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Foto del escritorEl Galeón Gaceta Literaria

La casa de los abuelos

Autor: Federico Quintana Hoyos



En medio de la montaña, al lado de un frondoso árbol que de vez en vez se encarga teñir de amarillo su sombrío haciendo ver el suelo como si el mismo sol hubiese dejado allí sus rayos más amarillos, se encuentra la casa de los abuelos.


La casa de los abuelos, a simple vista, se ve como una casa común de aquellas que hace años construían en un convite entre los habitantes de la vereda: con grandes ventanas en madera; una cocina de leña que siempre está encendida y con las arepas al calor de los leños ardientes; habitaciones que no son más que un salón inmenso en el que pudieran acomodar la mayor cantidad de camas; y un zaguán que se extendía por todo su rededor. Pero, cuando entras en ella, te das cuenta de que no es una casa cualquiera; la casa de los abuelos es mágica.

Desde que vas llegando, en el viento hay un aroma a felicidad y euforia que, a medida que avanzas, va tomando forma en una sonrisa. Cuando llegas, te recibe aquel zaguán.


Cuando caminas por él, te va contando historias de hace años que están guardadas en los maderos de la chambrana: historias de tus antepasados que con sus propias manos labraron la misma, y allí sentados compartían las experiencias del trabajo en el cafetal o en los arduos recorridos de arriería. En la casa de los abuelos se escuchan los sonidos de la abuela en la cocina; cocina de la cual sale una arepa caliente con la horma perfecta que solo pueden moldear sus manos mágicas, las mismas que, a pesar de ser toscas por el imparable trajinar de los años, cuando tocan tú piel, te dan la sensación más suave que puedes esperar sentir.


En la casa de los abuelos puedes ver, sentir y vivir el pasado mientras te sientas en un taburete de cuero y miras a la montaña, montaña en la que puedes ver como toman forma las historias que el abuelo te ha contado de su trasegar por los caminos y montes; historias de duendes, entierros y otros cuentos que solo allí cobran vida y tienen sentido.


La casa de los abuelos tiene el poder de unir. De unir a todo aquel que llegue a ella en un sentimiento de solidaridad y hermandad que no vas a experimentar en ningún otro lugar. La casa de los abuelos es mágica, y no de esa magia de cuentos de hadas, sino de aquella que te penetra en el corazón y te cambia la manera de sentir y ver el mundo. Aunque la casa de los abuelos es una casa como cualquier otra, esta guarda en sus tapias el esfuerzo, dedicación, empeño y amor de la familia.


* Mi nombre es Pedro Federico Quintana Hoyos. Soy un escritor aficionado, aunque no estudie algo relacionado con ello, pues soy Tecnólogo en Gestión Ambiental, siempre he tenido una gran inclinación hacia el mundo del arte, específicamente la escritura y el dibujo.

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