Autor: Gabriel Molina Paredes*
Encerradísima Beatriz,
Te escribo porque, como sabrás, el coronavirus hizo imposible que fuera este jueves a Bogotá. Unos días antes de este encierro pensé en lo bonito que seria contagiarse, tener 14 días libres para poder leer y escribir sin presión alguna. Pensaba contagiarme en Bogotá después de verte, pero de nuevo, Duque arruinó nuestros planes. El uribismo se inventó el coronavirus, de eso no tengas la menor duda.
Aunque sea triste tener que escribirte en vez de vernos el viernes como planeamos, no puedo decir que no sea conveniente el momento, pues acabo de aprender sobre una autora que creo que te gustará. Se llama Helena Araujo. Según tengo entendido, a simple vista, parecería una de esas señoras, cachaquísimas, como las que a veces vemos en algún Carulla que solía ser Pomona, reclamando por alguna cosa. Y digo parecería porque incluso en su obra habla como estas señoras, las amigas más rolas de nuestras abuelas. Pero Helena en el fondo era otra, tan otra, que tuvo que exiliarse a Suiza y nunca volver, desde allí escribió su obra. Y no creo que te guste por simple hecho de ser feminista, sino porque su crítica a la sociedad patriarcal es tan cercana a nuestras vidas como esa Bogotá lejana que fue la última donde estuvo Helena. A ella la separaron de sus hijos cuando salió (obligada pero voluntariamente) hacia suiza, luego de ser juzgada por una corte eclesiástica tan machista como los señores que se pasean por Chico alto o La Cabrera los domingos. De su obra solo he leído un breve cuento, no se si en internet encuentres el resto de su obra, pero te mandaré lo que tengo. Si te gusta, estoy seguro de que la profesora de taller de creación tendrá más acceso (creo que su tesis fue sobre ella). Así, sin problema, le pediría por ti más lecturas. El cuento que tengo se llama “El Tratamiento”, es bastante autobiográfico y ocurre en un sanatorio, en la época en la que llenaban los sanatorios de mujeres solo por no ser buenas esposas. No diré más, espero que te guste, lo mandaré, con esta carta, por WhatsApp.
Me alegra mucho escuchar lo del Oso, aunque su llegada de España implique que no puedan verse por un tiempo; aunque la situación implique que nadie pueda verse con nadie, en realidad. Aprovecha la cuarentena para recargar todos tus abrazos y una vez la situación mejore darlos más fuerte que nunca. Por mi parte, no parece que vaya por Bogotá en un buen tiempo, por lo menos hasta que se resuelva la situación sanitaria o se termine el semestre, lo que ocurra primero. Y sí, toca estar felices porque tenemos hoy más medios para estar cerca de otros en el aislamiento que nunca, podemos incluso vernos las caras estando encerrados, y eso, en comparación con lo que han vivido la mayoría de seres humanos, es brillante. Irónicamente, yo te escribo una carta y probablemente seguiré haciéndolo, aunque es lindo escuchar la voz del otro, hay algo en esta voz, la voz epistolar, que tan única como sublime, me sigue atrayendo a ella.
Pensé en escribirte mucho antes, pero iba a ir a Bogotá y no parecía tener mucho sentido. En el momento en el que te escribo tampoco sé del todo si vaya o no, porque en LAN no me tramitan la devolución, ni tampoco contestan. Si termino teniendo que ir, lo más sensato sería quedarme, mientras la virtualidad académica lo permita, en mi casa, con Chanda y mi mamá, que a estas alturas ya debe tener toneladas de antibacterial. No sé, supongo que te escribiré lo que pase por WhatsApp. Lo mejor sería no ir, pero si el azar me termina llevando por allá, no veo porque no podríamos vernos. Claro, existe el riesgo biológico, pero dudo que sea mayor que el de mi mamá y mi hermana yendo a hospitales todos los días.
Tu amigo tan lejano como ahora parecen todos,
Gabriel.
P.D.: Lo mejor de las pandemias es ver que de pronto el humano cobró conciencia colectiva, conciencia de especie. Quizás los virus siempre la han tenido.
*Gabriel Molina Paredes. Amante de los poetas rusos y de rotarlo en tiempos pandémicos. Su primer poema fue un plagio vendido en 6 mil pesos. Estudió en esos sitios de élite bogotana y ahora no sabe distinguir entre trampa y literatura. Sus más destacadas obras están expuestas en documentos compartidos y chats de algunos desocupados. Le gusta bucear, el café de tostao y subir cerros. Se cansó hace mucho de intentar declararse meteorito, amigo, poeta y se quedó solo con el Gabriel, de tanto mudarse quedó viajado. Lo quiere resto de gente. Un resto.
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