Autor: Ángel Rafael Ramírez *
Acostumbro visitar este lugar cuando me siento perdido o simplemente no me encuentro.
Me acerco a una roca aplanada para sentarme y la siento terriblemente cómoda, observo el paisaje nocturno: una panorámica de la ciudad llena de luces de muchos colores brillantes y el movimiento acelerado de los vehículos característico de las horas nocturnas, donde los conductores parecen tener mucha prisa por llegar a casa o algún sitio. A lo lejos, se escucha el bullicio de la ciudad y el sonoro ruido de la montaña; el contraste perfecto entre la calma y la distancia de lo perturbador. Es fácil apreciar lo afortunado que soy cuando, ante mis ojos, veo el desastre del cual no hago parte. Amo el silencio de este lugar por mi soledad y la tranquilidad con la que la brisa golpea mi espalda. La oscuridad me cubre y me embargan pensamientos sobre amor.
Mi nueva relación remembra constantemente el terrible presentimiento de estar a punto de terminar nuestro vínculo por una nueva diferencia o desacuerdo sobre temas banales y poco significativos.. Las frecuentes peleas me resultan agotadoras porque considero que me enamore de una versión muy diferente de esta persona, su complaciente y servicial compañía parece haber desaparecido y no la reconozco. Recuerdo con claridad e imagino mi relación anterior con todo lo bueno que producía; sus abrazos y maneras, la calidez de algunos momentos de intimidad más allá de lo sexual, su forma de quedarse y amarme o de soportarme y quedarse. a veces, extraño la simpleza de un amor conocido, alguien que no revuelque la casa de mis emociones cada vez que siente inseguridad, calor o frío.
Pero los humanos somos cuerpos vulnerables repletos de inconformidades y orgullo, acostumbrados a idealizar a quienes amamos para brindar de lo que no tenemos y hablar de lo que no sabemos. Turnamos nuestras versiones para encajar y recibir como premio un amor real y considerado, similar al de las telenovelas. Desafortunadamente, en cualquier momento de la relación, aparece la versión más realista, donde florecen nuestros sentimientos más miserables, condicionamos lo que expresamos y no expresamos lo que sentimos, dejamos de romantizar el amor y le metemos las manos sucias para amasarlo.
Soy consciente de que todo cuesta un poco de tiempo y desorden, también de lo arrollador que resulta los nuevos procesos, pero cada vez me siento menos dispuesto para amar, por fortuna tengo este sitio que no me juzga y me permite ser mi versión más humana.
* Ángel Rafael Ramírez Escobar, nacido en la ciudad de Barranquilla (Colombia) el 15 de abril de 1990, profesional en Psicología, Patrullero e investigador criminal de la policía nacional de Colombia. Incursionando en el mundo de la escritura con participación en 12 obras antológicas publicadas, enfocadas de manera general en su experiencia como policía víctima del conflicto armado, describiendo con ilusión los parajes de su estancia en coma durante 47 días y las vicisitudes emocionales de su proceso de rehabilitación.
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