Autor: Carlos E. Sierra Arrubla*
En pausa
Esta noche, la ciudad
es arropada por un silencio inusual,
el sonido de los motores ha detenido su constante marcha.
Las personas, aseguradas en sus casas,
algunos temerosos ante la incertidumbre del confinamiento obligado,
otros tranquilos, pues lo toman como una pausa en los afanes diarios.
Contemplo la ciudad en pausa,
las luces de los autos en la avenida
desaparecen en su cotidiano transitar,
el movimiento de sus entramadas calles se detiene por avatares del destino,
el consumo desenfrenado cae por los cierres inesperados,
el frenesí de una noche de viernes se diluye
en anhelos de complicidad, vértigo y risas.
Extraña sensación sumida en un agudo silencio
que deja filtrar la voz de un niño,
un grito espontáneo en la distancia,
conversaciones que se escapan de alguna ventana abierta y se confunden
con risas anónimas que terminan enredadas en la copa de los árboles,
las sirenas presurosas que se pierden en la avenida.
El paso inseguro del borrachito
que fue sorprendido por el toque de queda,
el vuelo nocturno del helicóptero que acecha los techos con su reflector,
el sonido de la moto que se pierde veloz en las sombras,
el chasquido de las hojas al movimiento de un viento súbito,
los pasos del gato que camina en el tejado.
La soledad de la ciudad
que no se sorprende con su propio silencio,
que permanece muda ante la incertidumbre
de no saber qué pasará mañana,
el miedo que se percibe en este aire contaminado,
el anunciado apocalipsis rondando en las mentes nerviosas,
el virus invisible flotando por el aire que respiramos, se dispersa en las gotas de lluvia que salpican los temores escondidos en estas calles interminables.
Abyección
Soy un desastre en mis propias maneras, en la forma en que algunas veces
quiero desaparecer de mi propio plano existencial.
Soy ese hombre que busca desesperadamente la soledad
y ella lo esquiva, burlándose, cuando toca a su puerta.
Soy esa gota bajando lentamente en el vidrio de la ventana,
que se evapora en el instante mismo en que los rayos del sol calientan el cristal.
Soy la voz de los niños que se escuchan en la distancia,
que van silenciándose a medida que la noche los sorprende con sus oscuridades.
Soy ese grito ensordecedor que se pierde al final del espeso bosque,
que nadie escuchó y fue niebla en el silencio de las montañas.
Soy esa nota inconclusa en los acordes de tu canción.
Ese ruido estridente que no encaja en tu blanca melodía.
Soy la bestia que trepa por las paredes, deambulando por los rincones de la casa,
corriendo de un lado a otro como un fantasma buscando su redención.
Soy la oscuridad taciturna que se pierde en un lugar indefinido,
que se desvanece en una fría noche de luna llena.
Soy ese animal dormido en su jaula,
que no escapa cuando ve la puerta abierta.
Soy ese íncubo que entra en tus sueños y trastoca
tus más secretas perversiones.
Soy el modus operandi del verdugo
que planea sigilosamente su propia muerte.
Soy el que se mira al espejo sin hallar nada que lo sorprenda,
encontrando un gesto más en su desgastada careta.
Soy ese caminante solitario que deambula en las noches sin un rumbo,
sin un horizonte que defina su melancolía oscura.
Soy ese hombre que nunca estuvo cuerdo,
que se quedó atrapado en sus abstractas elucubraciones.
Soy ese ser humano incomprensible que respira el olor de su rebeldía
y destila sus propios vacíos en silencio.
Soy la sangre que bulle por las venas de este cuerpo cansado
que un día deseaste con locura.
Soy la carne fresca que sangra de placer
al ser acariciada por el filo de tus cuchillos.
Soy la voz de la conciencia que me repite constantemente
una y otra vez, aléjate de mí.
Soy aquella palabra suspendida en el aire
que fuerza mi corazón en pequeños borbotones hasta paralizarlo definitivamente.
Soy la demencia encarnada que me ata con su camisa de fuerza
y me abraza, cálidamente, en los propios delirios.
Soy aquel que se aferró a sus creencias,
y hoy continúa orando para que un día sus pecados sean perdonados.
Soy un pensamiento inconcluso,
como el vago recuerdo perdido en el transcurso de un día cualquiera.
Soy una tenue ilusión que se perdió en el vagón de los anhelos.
Soy el viento que desprende la última hoja del árbol de grises ilusiones.
Soy ese oscuro mar que ahoga sus propios monstruos
y los arrastra a los confines de las profundidades.
Soy el grito que pretende romper los silencios.
Soy ese que no soy, que pasa desapercibido como un forajido.
Soy ese que doblega sus demonios y se debate con los tuyos,
deseando no estar para nadie, desapareciendo en la bruma de un cósmico amanecer.
Serás la fiera, seré la carne
Seré la víctima, sucumbiré ante tus acosos.
No voy a huir a tus insinuaciones,
no pondré resistencia ante el acecho.
Me olerás en la distancia,
divisándome como el objetivo principal,
caerás en picada,
me engullirás de un mordisco.
Caeré como presa fácil,
desistiré de mis temores,
escucharé tus jadeos acelerados.
No atenderé el acecho de las otras fieras.
Serás el ave de rapiña que me atrape en el aire
cuando la batalla en el cielo termine,
me engullirás con tu pico filoso,
desgarrándome en el borde del risco.
No huiré a la cacería,
dejaré que te abalances con tus encantos
y me aprisiones con tus suaves garras
y me exhibas como el festín favorito.
Te acercarás
sigilosa en la noche,
me paralizarás entrelazando tus piernas con las mías
acechando con tu sombra venenosa.
Quedaré eclipsado por tus encantos,
me llevarás a tu remota guarida,
me devorarás con lujuria,
seré tu comida predilecta.
Seré la presa,
me perseguirás como una loba hambrienta,
clavarás tus colmillos en mi espalda,
apoyarás tus manos en mis hombros,
lamerás mi pecho con cautela.
Gruñirás de placer,
aullarás mi nombre en el eclipse lunar
y en un instante seguirás siendo aquel sueño bestial
que me acecha en las noches abismales.
Serás la perpetuadora, seré tu víctima;
serás la fiera, seré la carne;
serás infiel, seré tu amante;
serás salvaje, seré domado.
Carlos es un hombre que desde la infancia mostró especial interés por las artes, el cine, la pintura y la música. Terminó sus estudios de publicidad en Medellín y unos años después parte para Bogotá; allí estudió y trabajó en dirección y producción de televisión. Realizó proyectos audiovisuales, recorrió buena parte de la ciudad registrando, documentando y contando historias a través del lente de una cámara. No tiene ese sello de decirse escritor, solo encontró un nuevo horizonte en las letras, enredando palabras y pensamientos. Después de realizar una pausa retorna a Medellín, allí decide recopilar algunas de sus reflexiones personales en un libro llamado Elucubraciones próximo a editarse. El texto es un poemario que devela esas elucubraciones que cada uno de nosotros se plantea en su interior, en vivencias o simplemente ficcionando aquello que llamamos existencia
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