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Foto del escritorEl Galeón Gaceta Literaria

Ecdisis

Autor: María José Burbano*


¿Sabes? Me recuerdas una historia. Es sobre una chica cuya pintura le salvó la vida.

Barbie Rapunzel, Elanna Lesser, Cliff Ruby.


Cuando daban las dos de la mañana, el carro de basura pasaba por la casa. La trituradora se atragantaba con una versión sintética de “Moliendo Café”. Supe del nombre de aquella canción una noche que mi papá se quedó a dormir; le dije que siempre me había dado miedo y nunca dejé que me enseñara otras interpretaciones. Fue solo después de unos meses que me obligué a empacar y buscar un apartamento, en el que, con suerte, solo escuchara la cantaleta de mis chanclas y los delirios de ave de la olla pitadora.

El día del trasteo, le pedí a don Manuel, el que llevaba mis cosas, que me dejara ir adelante. Cuando me subí, encendió la radio. Lo que inició con una guitarra violenta, de esas que incitan al escalofrío, se enredó a la histeria de unos violines que sacudió la telaraña macabra en la que se habían enmarañado mis madrugadas. Mientras movía la cabeza, me fijé en una foto que había en el retrovisor y me quedé mirándola. Don Manuel se dio cuenta y aprovechó el trancón para enseñármela.

–Era mi bisabuela. Usted no me va a creer, niña. Pero esta foto no es una foto –rasgó ese velo de silencio que nos habíamos impuesto tres cuadras atrás.

–¿Cómo que no es una foto?

Mujer en la ventana, Caspar David Friedrich, 1822

–Imagínese que por allá en los años… en el siglo… bueno, hace rato, mi familia vivía en una casita de tapia al frente de un atracadero de chalupas. A la casa llegaban en secreto los enfermos de tristeza, esos de la lágrima ácida y la disnea, los que tienen cirrosis en el pecho. Mi bisabuela y mis papitos les preparaban una sopita de nenúfar y ortiga y al otro día ya estaban aliviados. Un día, uno de los enfermos se dejó ver de Los Otros. Mi mamita se dio cuenta y avisó en toda la casa. Todos alcanzaron a irse, menos la señora que tiene usted en las manos.

–¿Quiénes eran Los Otros? ¿Qué le pasó a la bisabuela?

–Pues ellos. Esos que no conocían más hierba que la hoja del machete. Cuando la doña los escuchó intentando tumbar la puerta, se paró a mirar por la ventana y se bebió esos dos frascos que hay en la esquina del marco. ¿Si los alcanza a ver? –reparé en la foto, que no era foto, y los vi, justo donde me dijo, al lado del brazo de la mujer de vestido verde –. Uno tenía dizque óleo y trenza de pincel y el otro no me acuerdo. Cuando derribaron todo, maldijeron en la lengua de la guerra. Ya no había nadie. Nada más había estampada entre la ventana y la pared, como si fuera un mural, la figura de una señora.

–Entonces la foto es una réplica?

–No, fíjese bien, ¿se da cuenta de que el papel funciona como un cambuchito? La gente no se refugia nada más debajo de la tierra.

–Sí, don Manuel, sé que existen otros resguardos, pero, quisiera saber si esa foto es un calco del mural que quedó en la casa.

–No, ¿no me ha entendido? Es mi bisabuela.



Imagen: Mujer en la ventana, Caspar David Friedrich, 1822
Me llamo María José y ya todos saben lo que sigue. De lunes a viernes me gusta jugar a que curso sexto semestre de estudios literarios en la UPB y, a veces, me escapo a cursos pequeñitos de historia y apreciación del arte.

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