Autora: Carolina Ochoa Restrepo*
20 de febrero de 2023, las 20:00 horas
Esa frase “uno no se muere de amor” se hace más presente en mi cabeza cuando cae la última gota de veneno en su café. Uno sí se muere de amor, o tal vez lo matan por amor ¿pero no es lo mismo? Camino por el pasillo de su casa, mis pasos se oyen por todas partes . Su perro está a mi lado, haciendo compañía a la que va a ser la asesina de su dueño. La taza de café esta más caliente de lo normal y abraza mis manos con su calor, pero no me importa quemarme un poco, porque sé que él se va a quemar mucho más que yo. A mí nadie me hace eso que él me hizo.
El boxeo es su deporte favorito, y la fuerza que ha adquirido durante los años juntos es mucha. Yo he visto como cada mañana, en el ring de boxeo deja en el suelo a cada uno de sus contrincantes, y no me quiero arriesgar a que haga eso conmigo, aunque, para ser sincera, él no mataría por amor como yo lo haré.
Está sentado leyendo en la cama, cuando me ve entrar, me sonríe y me recibe el café que tanto le gusta tomar. Me pregunta “¿por qué café a esta hora?”. Es de noche y él nunca toma café por la noche, pero la noche era la mejor opción para matarlo. “Porque vamos a hablar de cosas pendientes entre los dos”, le respondo. Sé que se le hace raro, pues yo nunca he hecho esto con él; eso de hablar es solo en las tardes cuando almorzamos. Hace una mueca pensativa y da un trago largo al café y la mitad de la taza queda vacía. Yo me subo encima de él, su mirada ya no tiene confusión si no malicia, pues cree saber lo que va a pasar, pero está totalmente equivocado.
Encima de él, me acerco a su mesa de noche, esa donde siempre pone sus libros pendientes por leer. Abro el cajón y saco el cuchillo que estuvo ahí desde hace una semana y del que él nunca se dio cuenta por estar con ella. El veneno no tarda en hacer efecto y, antes de que pueda decir algo sobre el cuchillo, empieza a convulsionar debajo de mí. Una sonrisa se expande de oreja a oreja en mi cara al ver cómo sus ojos, que hace un minuto tenían vida, están completamente blancos; cómo esa boca que hace un minuto hablaba ya suelta espuma y cómo ese cuerpo que me abrazaba hace un minuto está tan pálido que puedo ver sus venas.
Paso el cuchillo lentamente por su cara, dejando a su paso un camino de sangre caliente; bajo por su garganta, llego a su pecho y entierro más el cuchillo, la sangre caliente no me quema, sino que me abraza; lo entierro más, intentando llegar hasta ese corazón que hace minutos palpitaba, llego hasta su estómago y, con mis dos manos en el cuchillo, lo entierro tanto que siento sus entrañas. Siento su sangre bajando por mis manos, tan roja que creo que me mancharé para siempre con ella. Su cuerpo deja de moverse, sus ojos ya cerrados están, así que me quito de encima de él y lo observo detenidamente, como ese ser que alguna vez formó parte de mí y ahora ya está muerto; ya no respira, ya no me dirá nada, no me abrazará ni me hará el amor. Ya no está, y fue porque así yo lo quise.
¿Y su perro? Ese ya está muerto. Antes de entrar su habitación, le di de comer, pero no cualquier comida. Aunque, ¿qué importancia tiene?, al menos no sufrió como su dueño.
De amor sí se muere o te matan. Así pasó: yo lo maté. ¿Y por qué?, porque él no me hizo caso cuando le dije que la dejara de mirar, que dejara de abrazar y de darle besos en la mejilla a ese maldito demonio que salió de mí, que sigue respirando y durmiendo profundamente sin saber que su padre acaba de morir por culpa de ella y que ella va a morir por ser un maldito demonio qué se hace llamar “mi hija”.
*Soy Carolina pero me gusta que me llamen Caro, una joven escritora colombiana de 21 años apasionada por la literatura y el terror psicológico. Actualmente estudio Estudios Literarios en la Pontificia Universidad Bolivariana, donde desarrollo mi talento inspirado en mis autoras como Piedad Bonnett y Alejandra Pizarnik. En 2023 publiqué mi primer libro, "Cuando no hay nadie aquí", con la Editorial ITA, una obra que explora temas como la soledad y el miedo. En mis ratos libres disfruto de la compañía de mi gato, la poesía y los atardeceres con una taza de café. Mi objetivo es seguir creando historias que conmuevan y perturben al lector.
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