Autor: Miguel Velez Ferrer *
Según Kafka, Gregor Samsa se despertó un día convertido en un monstruoso insecto, y aún así tenía la necesidad de levantarse de cama para trabajar ese día. O eso es lo que decía aquel PDF que descargué un día anterior para pasar ese viaje en metro. A decir verdad, ese diciembre ha sido bastante llevadero a comparación de otros.
Hay muchas cosas que se deben admitir en esta vida, y yo debo admitir que me suelo enamorar fácil con solo ver un momento los ojos de alguien. Podrá sonar raro, incluso absurdo para algunos, pero lo más hermoso que puedo encontrar en alguien es su mirada. Hacía tiempo no me pasaba, acababa de pasar por amores no correspondidos y llantos malgastados en todo el año; pero quería mantener mis emociones controladas para estas navidades.
La gran fecha se acercaba, y había decidido usar el Metro para moverme hasta el centro comercial de Mayorca y ver si había algo para comprar a mi familia. Lo que menos pensé es que en ese vagón habría visto lo que me hace contar esta historia.
Ojos oscuros, cabello castaño corto, una piel que a la vista se nota suave, un vestido verde que terminaba en una falda que dejaba sus pies al descubierto, pero dejaban ver unos zapatos tan comunes como los de otros pero que se veían geniales en ella – quizás por ver con los ojos del corazón, mas no los de la razón que impide cometer los pensamientos intrusivos --, y una energía que me causó estragos dentro de mí. ¿Acaso había visto a alguien así antes? El sentimiento familiar de reconocer a alguien de ningún lado se apoderó de mí.
No sé cuanto rato me quedé mirando, habrían pasado apenas minutos para que mi mirada se hubiera quedado en solo eso, una mirada. Jamás me he atrevido a acercarme a alguien que no conozco, eso es para gente que no tiene ansiedad social. Yo, en cambio, no sé ni como o por qué, ya había imaginado un futuro junto a aquella mujer en la silla frente a mi de aquel Metro hasta Mayorca.
Pero mi temor a que ella me devolviera la mirada se apoderó, por lo que volví a mi teléfono a continuar con ese relato de Kafka, aunque no fue suficiente para evitar la tentación de volver a mirar hacia arriba.
¿18? ¿20 quizás? No lo sé, solo recuerdo que nuestras miradas se juntaron en algún momento del viaje. La sonrisa más tonta que mis labios pudieron revelar fue bastante patética, pero fue suficiente para que ella hiciera lo mismo. Lo que resulta más casualidad, es que en mis audífonos solo podía escuchar ese tonto verso de Cigarettes after Sex:
“If you’re gonna break my heart this is a good start” – Kiss it off me
(“Si vas a romperme el corazón este es un buen comienzo”).
No quiero decir que esa bella chica me ha roto el corazón, por supuesto que no, pues es gracias a ella que el calor del amor volvió a mí incluso por unos segundos en aquel frío diciembre. Pero sabia que eso no iba a ir a más, ya llegaba a mi estación, sabía que debía bajarme en un momento, sabía que había perdido mi oportunidad para al menos saber si no era producto de mi locura necesitada de amor. Justo en estas fechas, cuando solo puedo recordar escenas de parejas de película disfrutando de esa hermosa unión en una festividad tan simple.
Pero no sé ni como, me quede de píe frente a ella, mirando aquella fuerte figura, con tan bello y perfectamente imperfecto rostro – no me malinterpreten, yo también soy perfectamente imperfecto, pero es ahí donde la belleza cobra el mejor sentido: cuando alguien ve lo hermoso y majestuoso en lo que para otros es lo casual --, no solo mirando su rostro, fijándome en esos ojos tan oscuros y a la vez brillantes que parecían el cielo de Medellín un 24 de diciembre cuando tiran fuegos artificiales. De mis labios no salían palabras, pues parecía haberlos sellado con un cierre, mas mi cuerpo dejaba ver el enorme nerviosismo que me daba con solo acercarme a alguien.
Y como si fuera magia, mis labios y lengua se movieron y soltaron palabras:
–Disculpa…
No supe ni como terminar la oración al instante, solo pude ver como aquella chica se quitaba sus audífonos para escucharme hablar. Dudé en volver a decir algo, pero como si no fuera dueño de mi cuerpo, mi boca pronunció una pregunta.
Aquella pregunta que me hará recordar ese bello sentimiento de un algo a primera vista que no termina ser amor, pero tampoco es algo indefinido, pero sí inexplicable.
–¿Tu nombre…es?
Las puertas del metro se cerraron, y yo no me bajaba aún. Quizás al fin, una navidad no sería solo en familia, pero eso solo lo puede decir el tiempo. Aun así, creo que Papá Noel, y el Niño Dios ya me dieron mi regalo adelantado.
* Soy Miguel Vélez Ferrer, y llevo ya casi 19 años en este planeta para entender que quizás debo practicar más para escribir, intento hacerlo a mi estilo, pero no me gusta, aun así intento hacer lo que sale de mi alma y se plasma con mis dedos en el teclado. Aun necesito encontrar mi voz, lo único que necesito es tiempo y más libros para leer, pero por ahora me gusta usar mi forma de escribir para demostrar que quiero seguir aprendiendo de literatura y escritura. Sí, escribía esto mientras escuchaba Cigarettes after sex, y sí, es un poco autobiográfico, pero ¿Qué mejor inspiración que la vida misma y lo bello que uno encuentra en el camino? Bueno, me gustan los videojuegos, los chocolates calientes por la mañana, estar en la universidad, y mis gatos.
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